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Editorial

«La historia tiene que ser reescrita en cada generación porque, aunque el pasado no cambia, el presente sí lo hace».

Christopher Hill.

El mundo trastornado. El ideario popular extremista en la Revolución Inglesa del siglo XVII.

L a aparición de una revista de historia y pensamiento crítico demanda una justificación doble. En primer lugar: ¿por qué otra revista dedicada a estudios históricos cuando existe una quincena de órganos en la Argentina que editan con cierta regularidad, y en los que, por lo demás, nosotras/os también hemos contribuido? En segundo lugar: ¿qué significa hoy una publicación periódica que se quiere de izquierda? Ensayemos respuestas.

Quienes hacemos Nuevo Topo compartimos los criterios epistemológicos básicos constitutivos del campo historiográfico y de las ciencias sociales, pero deseamos ensamblarlos de otra manera a la prevaleciente. ¿Para qué? Para que quienes investiguen desde una sensibilidad crítica de la sociedad consideren a esta revista como un espacio suyo. Propio para el ejercicio de destrezas especializadas y por la inclinación a componer la indagación en matrices que subrayen la comprensión del cambio social, las contradicciones de lo real, las incertidumbres inherentes a la existencia así como la perdurabilidad de las estructuras, en fin, las porfías por cuestionar el embaucador corsé de lo posible. Las reglas del oficio historiador no pertenecen a nadie, ni son exclusivas de las instituciones académicas. Son el producto de un desarrollo cultural de la humanidad, y como tales, son procedimientos históricos, mudables, reformables.

Nos tensamos entre dos actitudes: salvaguardamos el seguimiento de unas normas exigibles (contraste empírico de las hipótesis, conocimiento de la bibliografía existente, debate con las posiciones divergentes) y las consideramos precipitados modificables, siempre que lo sean con buenos motivos. Confesamos que nos seduce más el gesto vanguardista de explorar nuevos modos de saber, pero no cedemos en el rigor porque no hay caminos holgados para la ciencia. Pensamos que ambos talantes son compatibles y aún más estimulantes que cualquier conservadurismo intelectual, pues todo saber que aspire a elaborar conocimientos debe someterse a la misma sospecha con que se abordan los «objetos de investigación».

Existe, no obstante, una asimetría entre conocimiento y perspectiva ideológico-política. No es necesario considerar a la política una ciencia para entender que es indeseable una política que se sirva mal del conocimiento o elija lo erróneo por necesidades tácticas. Es fatal para cualquier forma de saber el subordinarla a la razón política. Entre conocimiento y política no hay una síntesis apacible, pero tampoco la escisión a la que aspira ingenuamente el objetivismo. Con escasas excepciones, las revistas de las ciencias sociales se inhiben de intentar conciliar, adrede, las dos actitudes. Aquí no, y lo hacemos con una sensibilidad de izquierda.

Las prescindencias ideológicas nos parecen ingenuas, pero son sin duda útiles para publicaciones que deben acoger una variedad de perspectivas como prueba de ecuanimidad. Sería inaceptable que una publicación académica rechazara un artículo por estar sesgado por un derechismo evidente, si el texto es un aporte al conocimiento aunque lo provea desde un punto de vista determinado. Nuevo Topo se las ingeniará para desplegar la producción de una pléyade de investigadores que deseen contribuir al cambio social a través de un ejercicio situado y mediado de sus habilidades científicas. Se dirá, con razón, que ese paradero político-cultural es poroso, ambiguo, e incluso vacío. Asumimos la condición problemática del campo de la izquierda, mas pretendemos contribuir a la polémica sobre su posibilidad y futuro. Ya que es inverosímil la desconexión entre lo ideológico y lo científico, doblamos la apuesta y decimos: «declaremos nuestras posiciones y elaboremos desde allí».

Así como no aceptamos la naturalización de una escisión entre conocimiento y compromiso social, tampoco consentimos la prescindencia de un diálogo entre las disciplinas del arco de las ciencias sociales e incluso de las ciencias naturales. En este sentido, Nuevo Topo auspiciará el intercambio, desde nuestra disciplina formativa, la historia, con la antropología, el derecho, la sociología, el psicoanálisis, la filosofía, la pedagogía, los estudios de género, la demografía, la economía, los estudios culturales, y todo saber apto para ingresar a un diálogo interdisciplinario productivo.

¿Qué novedad aspiramos a aportar al mundo de las revistas de la cultura de izquierda? No nos presentamos como la superación de otras publicaciones; no pretendemos portar la flama purísima del  pensamiento radical; tampoco convocamos a quienes aportan sus esfuerzos en otras publicaciones a que se pasen con armas y bagajes a la nave de Nuevo Topo. Esta revista es conciliable con otras. Quienes deseen publicar en ella pueden mantener sus adscripciones ideológicas. Nuestro propósito es la construcción de un espacio de debate y confluencia común. Deseamos, por lo tanto, que estas páginas sean consideradas como una zona franca para el disenso leal y exigente. Nuestra revista pertenecerá a una red de otras publicaciones. Es preciso neutralizar la tentación de fundar una nueva tribu de lealtades pétreas en torno a una idea o un liderazgo carismático. Nuestro Consejo Editorial es plural y está apoyado en los pilares del esfuerzo colectivo y el trabajo conjunto, reconociendo la singularidad de los aportes individuales.

Es probable que con el naufragio del horizonte de una Argentina próspera, Potencia o del Primer Mundo, un imaginario imperante hasta la crisis de diciembre de 2001, también se haya desmoronado el sentido «progresivo» de una visión de la historia, imperante en la historiografía argentina de las últimas dos décadas. Una historiografía cuya vigencia pareciera confirmada por su indiscutible capacidad de producir artículos y libros. Sin embargo, no está claro que sus actuales preguntas estén a la altura de los tiempos. Es sabido que cada época reescribe su pasado. Una nueva etapa histórica, incierta y crujiente, tropieza con una vacancia historiográfica que no debe ser confundida con la masa de textos que se eleva sin cesar. Nuevo Topo se propondrá, con entendible modestia, auspiciar nuevas propuestas para un ciclo historiográfico cuyos contornos se adivinan, sutiles y evasivos, como los primeros fulgores del amanecer.

* * *

La estructura interna de Nuevo Topo incluye las siguientes secciones fijas: «Artículos», en donde se presentan resultados de investigación; «Perfiles», destinada a rescatar figuras intelectuales y políticas olvidadas, relegadas o, como en este número, poco transitadas en nuestro medio, de cuya evocación crítica pretendemos obtener algún provecho;  y «Crítica de libros», dedicada a las reseñas bibliográficas que se propongan establecer una visión novedosa de obras aparecidas  recientemente. Eventualmente, existirán otras dos secciones: «Ensayos», reservada a los escritos de problematización y polémica, de apertura de nuevas reflexiones y examen crítico; y Entrevistas». Al mismo tiempo, se intentará constituir dossiers temáticos, a partir de investigaciones conjuntas y plurales.

Nuevo Topo evoca, es cierto, al infatigable viejo topo de la revolución proletaria y popular que vislumbra Marx en el XVIII Brumario. Nuestra batería teórica es más amplia y contradictoria que la sugerida por esta breve alusión, pero la adoptamos porque desde alguna esquina se comienza a caminar. Si elegimos decir Nuevo es porque deseamos que la razón y la pasión se subleven, muten en remozadas formas, cuyos sentidos estén siempre en construcción. En un mundo, una  Latinoamérica y una Argentina que han cambiado, los saberes creados en (y para) otras situaciones concretas merecen ser revisados.

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Presentación Dossier NT 7

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Convocatoria Dossier Revista Nuevo Topo Nº 7

Desandando el concepto de “burocracia sindical”:historia y teoría

A lo largo de la historia del movimiento obrero las distintas corrientes político-sindicales se han acusado mutuamente de antidemocráticas, reformistas y traidoras. Asimismo, con la sustanciación del peronismo hacia mediados de los 40, anarquistas, socialistas, sindicalistas y comunistas, algunos más tarde otros más temprano, proyectaron todo los males de las prácticas burocráticas en las direcciones gremiales peronistas. En la doble década de los 60-70 esta caracterización que hicieron las corrientes de izquierda (en particular la izquierda peronista) sobre las direcciones sindicales peronistas “tradicionales”, avaló el “ajusticiamiento” de dirigentes obreros peronistas. Con el retorno a la democracia aquellas cúpulas sindicales peronistas fueron para el proyecto alfonsinista, junto a los militares, parte del pasado que no pasaba, siendo su prácticas “antidemocráticas” trabas en la vía de la estabilización del sistema democrático argentino. Con el menemismo les tocó jugar, según la visión más difundida, el papel de cómplices de las políticas precarizadoras de las condiciones de trabajo. Hoy, a partir de las experiencias de los cuerpos de delegados y de las comisiones internas, (como las de los trabajadores del subte, los del casino y los de Kraft) y el debate en torno a la nueva ley de asociaciones sindicales, se reactiva la discusión, tanto en el plano sindical como en el académico, sobre el
concepto de “burocracia sindical” y sus implicancias. Es por eso que desde el colectivo Nuevo Topo hacemos una convocatoria a distintos historiadores y cientistas sociales para ensayar una revisión del tan abusado y poco problematizado concepto de “burocracia sindical”. Nuestra idea es que los convocados desarrollen intervenciones que ayuden a repensar una noción que, a nuestro entender, oscurece más que ilumina los rasgos pasados y presentes de la clase obrera argentina “realmente existente”, tanto en el plano investigativo como en el político organizativo de las corrientes de izquierda. Para dicha tarea consideramos relevante la discusión de los siguientes postulados que desde la visión tradicional considera a la
“burocracia sindical” como:

–         privativa del campo reformista, particularmente el peronismo

–         traidores, desclasados, aburguesados

–         antidemocrática, conciliadora y reaccionaria

–         capa o estrato que expresa los intereses de la burguesía en el interior de la clase obrera (quinta columna)

–         La “burocracia sindical” entendida como dique de contención de unas bases obreras perennemente democráticas, combativas y revolucionarias.

–         La primera trinchera que debe vencer el proletariado en su lucha emancipatoria contra el capital (¿enemigo principal de la clase?).

La discusión de estas premisas, que no son excluyentes, habilitan la revisión de problemáticas más generales como la relación dirigentes/bases, la conceptualización de la acción sindical y las relaciones laborales desde una perspectiva crítica, el papel del individuo en la historia, la historia de las clases subalternas pero “desde arriba” con estudios que centran su mirada en las direcciones dando lugar a una visión elitista-dirigencial de la historia de los trabajadores. En fin, la discusión de estas premisas apunta a problematizar la conceptualización misma de la formación de clase y de su movimiento. De esta forma, nuestra pretensión es que los aportes al dossier tengan un perfil ensayístico y busquen contribuir a un debate, que enmarcados en los estudios históricos de la experiencia argentina no desdeñen otras experiencias latinoamericanas o internacionales.

Fecha de entrega: los originales serán recepcionados hasta el 10 de mayo de 2010 en nuestra casilla de correo electrónico:
revistanuevotopo@yahoo.com.ar

Proceso de selección: los artículos recibidos al 10 de mayo de 2010 serán evaluados en el transcurso de 40 días y posteriormente se les informará a los autores el resultado de la evaluación.

La extensión de los ensayos no debe superar los 40.000 caracteres contando espacios.

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LAS TAREAS PARA LA CONTRUCCION DE UN SINDICALISMO DEMOCRATICO Y PARTICIPATIVO. ¿Sindicatos paralelos?

Por Alejandro Belkin – La tarea de construir un sindicalismo democrático y participativo no es para nada sencilla, especialmente en el ámbito de la actividad privada, cada paso se encuentra plagado de múltiples dificultades.

El crecimiento económico que transitó el país a partir del año 2003, abonó el terreno para la lucha sindical y permitió la emergencia de una extendida camada de activistas anti-burocráticos. Este proceso nos plantea nuevos y renovados desafíos. ¿Cómo ayudamos a consolidar y a desarrollar estas flamantes experiencias sindicales? Se han formulado diversas respuestas. Algunos compañeros han planteado que tenemos que crear sindicatos paralelos en todos los sectores. La política de construcción de nuevas organizaciones gremiales, ¿es el mejor camino?

La pregunta así planteada pensamos que se encuentra formulada de manera incorrecta. La pelea principal no es una cuestión de estructuras organizativas, ni tampoco un tema estatutario. El objetivo radica en ganar a la clase trabajadora para una política sindical democrática y participativa, opuesta a la que sostienen las direcciones burocráticas.

Sin dudas, los avances que vayamos logrando en este sentido, para que se hagan efectivos, deben cristalizar necesariamente en organización. De esta forma, iremos acumulado fuerzas. Sin embargo, tenemos que ser muy cuidadosos en este proceso. No hay fórmulas mágicas, ni recetas que se puedan aplicar en todos los casos. Las formas organizativas más apropiadas dependerán, fundamentalmente, de las relaciones de fuerzas que los trabajadores hayan logrado construir, en cada momento y en cada lugar.

Construir con los trabajadores

Para desarrollar un trabajo sindical serio, debemos ir al encuentro de los trabajadores donde ellos estén, formando parte en su proceso de organización y concientización. Por esa razón, como regla general, debemos militar en las organizaciones donde se encuentren los trabajadores. Aunque esas organizaciones sean sindicatos completamente burocratizados, allí debemos estar. Es la única forma de fundirnos en el movimiento real. Sólo formando parte de las necesidades concretas de los trabajadores, de sus experiencias cotidianas, podemos desplegar nuestra política con posibilidades ciertas de éxito.

En la gran mayoría de los casos, las asociaciones gremiales en las que se encuentran encuadrados los trabajadores, no son las que nosotros quisiéramos. Sin embargo, si los mismos compañeros las reconocen como propias –por acción u omisión- ese es el terreno sobre el que debemos actuar.

Insistimos con esta idea, todo aquel que quiera hacer un trabajo político serio, que busque construir poder real, debe fusionarse con las masas obreras, trabajar donde ellas se encuentren. La necesaria vinculación que debemos establecer con los trabajadores tiene un objetivo bien preciso: ganar a las bases para una política sindical distinta de la sostenida por las direcciones burocráticas. Dicho en otros términos y para que quede claro a donde apuntamos, no se trata de recuperar los sindicatos en general –formulación que en sí misma es una abstracción si no se le da un contenido determinado- sino de promover en las bases una política sindical democrática y participativa.

Si logramos vincularnos con las necesidades concretas de la clase trabajadora y ganarla para nuestra política sindical, en ese momento y sólo en ese momento, pasa a segundo plano la organización formal que las contenga. No se trata de una cuestión de siglas, el problema reside en convencer a los trabajadores para que se involucren y adopten una política sindical democrática y participativa. Una vez que los trabajadores han logrado organizarse y adoptaron la política que estamos proponiendo, se transforma en una cuestión táctica la organización donde se encuadren.

La tarea de organizarse en los lugares de trabajo es de por sí muy complicada. Se deben esquivar las persecuciones de las patronales y las conducciones burocráticas. Si además, cuando los compañeros recién empiezan a organizarse, le endosamos la misión de formar un nuevo sindicato, es muy probable que sólo consigamos abortar cualquier proceso incipiente de organización sindical.

La dictadura patronal

Los lugares de trabajo son ámbitos donde la democracia se encuentra completamente ausente. Cuando traspasamos el portón de la fábrica, ingresamos en el reino de la patronal. Dentro de los establecimientos, los empresarios son los únicos soberanos, con poderes absolutos. Allí la gerencia de la empresa es quien manda, los trabajadores sólo deben obedecer. El sistema fabril se asemeja al régimen carcelario. Los mecanismo de control del personal se emparentan con la disciplina castrense.

Cualquier actividad que intente salirse de las normas impuestas por la jerarquía patronal se sanciona despiadadamente. Sabemos que el peor castigo para los trabajadores consiste en quedarse sin trabajo. Por estas razones, el trabajo sindical en el sector privado debe realizarse con sumo cuidado. Debemos redoblar las medidas precautorias. Se vuelve indispensable desplegar nuestra actividad de forma secreta ó clandestina. Las condiciones del enfrentamiento no las determinamos nosotros, son las que nos ha impuesto el enemigo.

La legislación vigente ampara la actividad gremial. Sin embargo, esto no impide que diariamente los empresarios persigan, sancionen y despidan a trabajadores, activistas y aún a delegados gremiales, legítimamente electos. La mejor protección que pueden tener los militantes sindicales reside en la propia organización obrera. Despertar ilusiones excesivas, en la legislación laboral, puede resultar muy peligroso para la construcción sindical.

Estos conceptos, que pueden resultar familiares para los cuadros más experimentados, deben ser aprehendidos por las nuevas camadas de activistas. Debemos educar a los jóvenes que se incorporan a la militancia gremial, señalarles la necesidad de pensar la construcción sindical en el largo plazo. De esa forma, evitaremos medidas equivocadamente desmesuradas ó impaciencias que pueden costar muy caras.

Junto con el dispositivo de control -de tipo carcelario- que impone la patronal, nos enfrentamos con las medidas persecutorias de las direcciones sindicales burocráticas. Este sistema bicéfalo de vigilancia, establece márgenes muy estrechos para nuestra actividad. En la mayoría de los casos, el conjunto de estos elementos, nos constriñe a trabajar dentro de las estructuras tradicionales. No hay resquicios suficientes para impulsar formas de organización alternativas. Este contexto nos obliga, en muchas ocasiones, a desarrollar nuestra disputa por las masas participando de las organizaciones sindicales ya existentes.

La pelea por la conciencia de nuestros compañeros

Uno de los principales obstáculos con el cual nos enfrentamos diariamente, en nuestra lucha cotidiana por construir un nuevo sindicalismo, es la propia conciencia de nuestros compañeros. El individualismo y la desconfianza en la acción colectiva, ideas propagadas por la patronal, se han hecho carne en fracciones importantes de la clase trabajadora. La otra cara de estos males es el tipo de sindicalismo que genera, que tiene características delegativas y sustitucionistas. Los compañeros esperan que el delegado sindical les resuelva todas sus dificultades. Si no logramos superar el individualismo que se ha instalado en amplios sectores de nuestra clase y si no conseguimos que los mismos trabajadores se involucren en la solución de sus problemas, será imposible sentar las bases de otro modelo sindical.

Debemos apostar por generar otro tipo de paradigma, superando las salidas individuales y delegativas, apostando por la participación masiva de los compañeros en la vida sindical. Por esa razón, afirmamos que la pelea principal es por la conciencia de los trabajadores. Debemos disputarle, compañero por compañero, a la patronal y a la burocracia sindical.

Conclusiones

¿Debemos impulsar estructuras sindicales paralelas? La tarea principal consiste en ganar a los trabajadores para una política sindical democrática y participativa. Este debe ser el eje de nuestra política. Por ese camino, iremos construyendo poder propio, que nos permitirá en el futuro plantearnos objetivos superiores.

La formación de gremios alternativos es un problema táctico, en cierta medida secundario, debe estar al servicio de impulsar y consolidar formas democráticas de construcción sindical. No debemos confundir las herramientas, los medios, con los fines. Como sostiene Victorio Paulón, “la libertad y la democracia sindical no son la condición previa para que la clase trabajadora rompa con el sometimiento que padece sino el objetivo a lograr”.

En muchos casos, tendremos que llevar a cabo nuestra lucha en el interior de las estructuras tradicionales, en otras situaciones, la mejor opción consistirá en la formación de agrupaciones gremiales, y seguramente habrá lugares, donde la construcción de sindicatos paralelos resultará la mejor alternativa. Pero en todos los casos, debemos recordar que sólo el compromiso de los trabajadores con la vida sindical y su participación democrática puede garantizar el desarrollo y la consolidación de otro tipo de sindicalismo, que se encuentre al servicio de los verdaderos intereses de la clase trabajadora. La tarea fundamental no es construir un nuevo sindicato, sino un nuevo sindicalismo.

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El oficialismo perdió votos por derecha

Por Alejandro Belkin – Las recientes elecciones a cargos legislativos muestran que el oficialismo disminuyó sensiblemente su caudal electoral. Sin embargo, continúa siendo la primera fuerza a nivel nacional. En todo el país, obtuvo 5.081.671 votos, un 26,55%. En segundo lugar aparece el Acuerdo Cívico y Social (ACyS) con 4.506.648 sufragios, que representan un 23,55%. Como tercera fuerza se ubica la alianza Unión-Pro, que alcanzó a sumar 3.391.391, un 17,72% (La Nanción, 30/06/2009). En el año 2007, el gobierno había ganado en 20 de los 24 distritos electorales, esta vez sólo triunfó en 12. Además, “el oficialismo perdió en 6 de los 7 principales distritos, que equivalen, los 6 juntos, al 71% del padrón electoral nacional. La única de esas primeras 7 que ganó es Tucumán (Nueva Mayoría, 29/06/2009)

A pesar de mantenerse como primera minoría, el Frente para la Victoria (FPV) resignó una veintena de bancas de las 72 que puso en juego, entre senadores y diputados (Crítica, 29/06/2009). En la Cámara alta “perdió la mayoría propia e incluso quedó apenas por debajo de la línea necesaria de 37 bancas para tener quórum por sí solo. El bloque K conservará 36 senadores, con lo que a pesar de seguir siendo la primera minoría se verá obligado a buscar alianzas para poder promover sus proyectos. […] Los números son contundentes: de las ocho provincias en las que se elegían senadores, el Frente para la Victoria sólo pudo imponerse en tres: Tucumán, Chubut y La Pampa” (Página 12, 29/06/2009). Por su parte, en la cámara de diputados, “el kirchnerismo se mantiene como primera minoría, pero a partir de diciembre pasará de 115 a 96 legisladores” (Página 12, 29/06/2009).

Inmediatamente después de conocerse el resultado de las urnas, todas las fuerzas políticas y sociales comenzaron a reacomodarse y a tomar posiciones. Al día siguiente de las elecciones, la City festejó la derrota del kirchnerismo, las acciones del Grupo Clarín y las de Siderar, filial de Techint, aumentaron 30 y 14 por ciento respectivamente (La Nación, 30/06/2009).

¿Cuál es el nuevo panorama político que se abre luego de las elecciones? ¿Qué consecuencias trae aparejado el resultado electoral para el movimiento obrero? En el presente artículo intentamos esbozar algunas posibles respuestas

El contexto internacional
Repasemos brevemente el contexto internacional, en el cual se desarrollaron las pasadas elecciones. La economía capitalista mundial se encuentra atravesando una profunda crisis. Las consecuencias para los trabajadores son las de siempre en estas circunstancias. Durante los períodos de retracción económica, aumentan las suspensiones y los despidos, que ya se cuentan por millones en todo el mundo. La desocupación se incrementa, sumergiendo en la miseria a vastos sectores de la población trabajadora. “Las tasas de desocupación que alcanzaron los países ricos se instalaron en la agenda pública como el principal –y casi excluyente– impacto social de la actual debacle mundial”. La crisis económica golpea con fuerza a los países más poderosos del planeta, “la economía de los Estados Unidos ha generado una tasa de desocupación del 8,9 por ciento (13 millones de desempleados), que junto con los subempleados y los desalentados es del 15,8 por ciento (16 millones de personas)”. Los jóvenes son los más afectados, “en Estados Unidos, la tasa de desocupación abierta es 8,9 por ciento, la joven supera el 20 y la de la población joven de color es mayor al 30”. El propio “secretario de Agricultura de Estados Unidos, Tom Vilsack, dice que el número de personas con hambre en el mundo saltó de 865 millones a más de 1000 millones” (Página 12, 31/05/2009). También en Europa crece el desempleo, la tasa de desocupación alcanzó en marzo de este año el 8,3%, “en consecuencia, el número de desempleados entre los 27 países que integran la UE sumaba 20,1 millones” (Página 12, 30/04/2009)

El empobrecimiento generalizado de las masas obreras provoca un profundo malestar entre los explotados. Una de sus consecuencias es el incremento de la xenofobia, Italia “acaba de declarar delito penado criminalmente a la inmigración ilegal” (Página 12, 31/05/2009). Según indican los últimos resultados de las elecciones en Europa, son las fuerzas ubicadas a la derecha ó la extrema derecha, las que consiguen capitalizar el descontento popular. En las recientes elecciones al parlamento europeo, la derecha ganó “en 22 de los 27 países de la UE. Y el retroceso socialista fue amplio, junto con el alza de la extrema derecha. Los votantes avalaron la gestión conservadora de la economía, su política inmigratoria y el manejo de la seguridad” (Clarín, 09/06/2009). “Partidos racistas y xenófobos consiguieron una importante cantidad de votos” (Clarín, 08/06/2009). Por lo tanto, la profundización de la desocupación y la miseria, que trae como consecuencia la crisis económica mundial, por el momento, es absorbido políticamente por la derecha.

Contexto nacional
La debacle económica mundial, como no podía ser de otra manera, impacta con fuerza en la Argentina. Además de las consecuencias ya señaladas -incremento de la desocupación- se añade el aumento de la inflación, que castiga duramente el salario de los trabajadores. También se suman los anunciados aumentos de tarifas, que deterioran aún más los sueldos. En muchos casos la patronal pretende conseguir que los trabajadores acepten el congelamiento de los salarios, azuzando el fantasma de la crisis económica y la desocupación, ó más aún, como en el caso de Techint, donde la empresa propuso lisa y llanamente la rebaja de las remuneraciones (Clarín, 28/06/2009).

El gobierno se debilita a manos de la derecha

La principal conclusión que se debe extraer y subrayar, de las elecciones del pasado 28 de junio, es que el descontento de la población fue canalizado mayoritariamente por fuerzas conservadoras, ubicadas a la derecha del gobierno. No se deben buscar excusas o vericuetos discursivos que intenten soslayar este proceso. El crecimiento ó consolidación de opciones progresistas o tibiamente centroizquierdistas, como las expresadas por Pino Solanas, en Capital Federal, ó Martín Sabatella en Provincia de Buenos Aires, no contrarrestan esta tendencia general.

Terminado el proceso electoral, nos encontramos con un gobierno más débil, pero esa pérdida de poder se produce a manos de la derecha, de opciones políticas más reaccionarias. Envalentonados por el resultado de las urnas, los empresarios renuevan la ofensiva sobre las fuerzas del trabajo. Hay una fuerte presión por reducir puestos de trabajo, especialmente sobre los contratados. Los propios trabajadores tienen temor a realizar demandas por miedo a las represalias. En otros casos, están dispuestos a obtener aumentos salariales menores de los necesarios. Son muchos los que perciben que “la cosa está difícil”.

En este contexto, el margen para la disputa salarial y para la construcción de corrientes sindicales combativas y democráticas, se ha estrechado. Esta situación demanda mucho más cuidado de parte de los activistas gremiales. Lo que no se consiguió en años de bonanza económica y de mayor apertura política, ahora será mucho más difícil de obtener.

La situación actual exige estrechar filas contra el enemigo común. Hoy más que nunca, se deben dejar de lado posiciones sectarias y aislacionistas, se debe procurar y apostar por una política de frente único, para potenciar las escasas fuerzas con las que contamos. Las divisiones innecesarias, en estos momentos, más que en ningún otro, favorecen a las fuerzas patronales.

Ofensiva opositora y empresarial
Conocido el resultado electoral, las fuerzas políticas opositoras y las entidades empresariales, de la industria y del campo, se abalanzaron sobre el gobierno. La oposición pretende derogar los superpoderes antes de diciembre (La Nación, 30/06/2009). Las asociaciones patronales quieren cobrarse viejas cuentas pendientes y procuran sacar ventajas de la creciente fragilidad del gobierno. La AEA (Asociación Empresaria Argentina), que reúne al capital más concentrado, salió a criticar con fuerza las políticas del gobierno, “reclamó un marco institucional sólido y previsible, bajar las retenciones agropecuarias, atacar la inflación, readecuar el Indec, respetar la propiedad privada y que no se afecte la libertad de prensa” (La Nación, 19/07/2009). Por su parte, la UIA demanda la devolución de los reintegros del IVA y que se reduzca la carga tributaria. También exigen “una significativa mejora en la productividad, con énfasis especial en los aspectos impositivo, laboral y financiero” (La Nación, 07/07/2009). Por su parte, la Mesa de Enlace renovó su embestida contra el gobierno, nuevamente busca reducir ó eliminar las retenciones a las exportaciones. El temblor causado por las elecciones llegó hasta la misma CGT, se renovaron los cuestionamientos a la conducción de Moyano, sus adversarios se sienten ahora más fortalecidos que nunca.

Palabras finales
En resumen, el gobierno sale debilitado de la contienda electoral, se fortalecen propuestas políticas ubicadas a la derecha del oficialismo. Este contexto resulta favorable para las fuerzas patronales, que salen a reclamar al gobierno concesiones de todo tipo. La situación de los trabajadores empeora. A la crisis económica internacional, que ya golpeaba duramente a los asalariados, ahora se suma un clima político aún más reaccionario. La necesidad de aunar fuerzas se vuelve hoy más imprescindible que nunca.

Extraído de http://www.prensadelfrente.org

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Los trabajadores escriben su propia historia

3 libros, 3 autores

3 experiencias de organización sindical

relatadas por sus protagonistas

libros-trabajadores

Invitamos a la presentación de los siguientes libros:

Un fantasma recorre el subte. Crónica de la lucha de los trabajadores de Metrovías

Virginia Bouvet

Nuestra comisión interna. La organización de los trabajadores de Praxair

Maxi Arecco

Que hicimos.Informe para los trabajadores

Carlos Ghioldi

Jueves 18 de junio de 2009, 19 hs.

Facultad de Filosofía y Letras: Puán 480, Aula: 108, 1º piso

Organiza:

Asociación Gremial Docente

de la Facultad de Filosofía y Letras

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¿POR QUÉ PERDIMOS? La derrota del Casino

Por Alejandro Belkin.- En este escrito vamos a realizar un análisis del último conflicto del Casino flotante. Cualquier crítica que hagamos a los compañeros delegados parte del reconocimiento de su compromiso y su conmovedora entrega a la causa obrera. Además, no la realizamos desde el “laboratorio” de ideas, sino que hemos acompañado en las calles, con nuestras fuerzas, la memorable lucha de los compañeros del Casino. Realizaremos una crítica política, en ningún caso ponemos en duda la entereza moral de los dirigentes nombrados.

Las cosas por su nombre

Luego de 108 días de conflicto, el 25 de febrero de 2008, una asamblea de trabajadores del Casino decidió retornar al trabajo. “Hasta acá llegamos” , afirmó Gastón Platowsky, uno de los principales dirigentes del conflicto. Por su parte, Leonardo Bonanni -el otro delegado con mayor influencia- reconoce que “ha culminado un conflicto sin lograr los objetivos” .

Aunque la declaración de Bonanni es básicamente correcta, no brinda un cuadro completo de la situación. Precisamos agregar algunos elementos adicionales para tener una imagen más ajustada a la realidad. En otros términos, si todo el problema radicara en que no se lograron los objetivos, la situación no sería tan grave. Lamentablemente, como veremos a continuación, las consecuencias no fueron tan leves.

¿Qué secuelas dejó el conflicto? Mencionemos sólo algunas de ellas. Centenares de trabajadores fueron despedidos, otros tantos arreglaron de forma individual su desvinculación de la empresa. La organización gremial en el lugar de trabajo, que tanto esfuerzo costó construir, quedó prácticamente desmantelada. Las mejoras en las condiciones de trabajo y las reivindicaciones económicas conquistadas, ahora son puestas en tela de juicio por la empresa o directamente desconocidas. La prepotencia patronal, ejercida por jefes y supervisores, regresa a sus niveles habituales y más también. En otras palabras, lo que estamosdescribiendo es el paisaje de una durísima derrota de los trabajadores. Entonces, el problema no se limita exclusivamente a que “ha culminado un conflicto sin lograr los objetivos”, esa es sólo una parte de la verdad. Para trazar un cuadro de situación más completo, tendríamos que agregar que las conquistas y la organización han sido destruidas. Desmoralización, rabia e impotencia, inundan las filas obreras.

La lucha de los trabajadores del Casino despertó gran interés en amplios sectores de la vanguardia obrera. También la patronal, la burocracia sindical y el gobierno seguían con mucha atención el desarrollo del conflicto. Por esa razón, el desenlace desfavorable de la huelga, no afectó sólo a los trabajadores del Casino, sino que repercutió negativamente en el conjunto de la clase trabajadora y fortaleció paralelamente a las fuerzas enemigas.

En los lugares de trabajo, cuando los empleados pretenden ir más allá de lo establecido, la burocracia sindical saca a relucir el resultado del Casino. “¿Ustedes quieren terminar como el Casino?”, pregunta el burócrata sindical a sus bases…

En definitiva, todas las conquistas conseguidas por los trabajadores y la organización obrera en el lugar de trabajo se perdieron, ¿cómo sucedió? ¿Por qué los compañeros del Casino fueron derrotados?

El enemigo nos jugó en contra

Ante la pregunta “¿por qué perdimos?” muchos compañeros coinciden en señalar, como causales de la derrota, la magnitud y unidad de las fuerzas que tuvieron que enfrentar. Gastón Platowsky realiza el siguiente diagnóstico:

“Me hace acordar al Asterix, en un pueblito de la Galia, contra Roma. Tuvimos todos los poderes en contra, la milicia, los jueces, los ministerios, el poder político, decenas de intereses comprados, y… la burocracia sindical” .

Continúa diciendo:
“los sindicatos hicieron un frente único con la patronal contra los compañeros y el cuerpo de delegados” .
No deja de mencionar como uno de los principales responsables al gobierno:
“Hay suma responsabilidad del Gobierno, López es de la entraña de Kirchner, y por esto el poder que tiene. […] El estado se vuelca a favor de las patronales… pusieron todo para derrotar a los trabajadores.”

Entonces, según Platowsky, tenemos que buscar las causas de la derrota en que “tuvimos todos los poderes en contra”, que “los sindicatos hicieron un frente único con la patronal” y, toda esta enorme maquinaria que montaron para derrotar el conflicto, contó con la complicidad del gobierno y el Estado.

Por su parte, el otro líder de la huelga, Leonardo Bonanni, realiza un razonamiento similar, dice:

“El gobierno K es patronal, pero no todos los patrones tienen la espalda política de Cristóbal Lopez que le generó los favores de todo el aparato de estado, desde la Justicia, la negligencia del Ministerio de Trabajo, el abroquelamiento de todas las burocracias sindicales, las fuerzas represivas.”

En ambos casos, la lógica de pensamiento es análoga. Los dos coinciden en señalar que enfrentaron a un enemigo muy poderoso, que logró constituir un frente único donde se encontraban la patronal, la burocracia y el gobierno. Entonces, la derrota se explica por la fuerza del enemigo y la alianza que logró conformar.

A continuación vamos a señalar algunos problemas ó limitaciones que encontramos en esta forma de razonamiento. Pensamos que no brinda una respuesta satisfactoria a la pregunta “¿por qué perdimos?”.

Una respuesta derrotista y desmoralizante

No es la primera vez que nos encontramos con formas de razonamiento semejantes. En muchas oportunidades se utilizan lógicas de pensamiento similares para explicar las derrotas del movimiento obrero. El argumento consiste en señalar que la burocracia sindical tejió una alianza “espuria” con la patronal y que ambos recibieron apoyo del Estado –personificado en el Poder Ejecutivo-.

Pensamos que es una forma errónea de plantear la cuestión, que conduce a una visión derrotista de la lucha de clases y termina provocando un efecto desmoralizante sobre las fuerzas obreras. Además, más allá de las intenciones, oculta los errores cometidos. No permite aprender del pasado. Obstruye el proceso de toma de conciencia de las equivocaciones perpetradas para evitar caer en las mismas en el futuro.

En la Argentina, la mayoría de los sindicatos –casi la totalidad- se encuentran en manos de direcciones que podemos catalogar genéricamente como “burocráticas”. Como regla general, no tendríamos que depositar ninguna confianza en esas conducciones.

¿Jamás una dirección burocrática impulsa ó conduce luchas en defensa de los trabajadores? Las cosas no son tan sencillas. Sabemos por experiencia, que en ciertas ocasiones, la burocracia sindical puede impulsar conflictos y ponerse a la cabeza de genuinos reclamos obreros. En esos casos, surge la posibilidad de realizar acciones unitarias, acuerdos temporarios y acotados. Son cuestiones que cualquier militante gremial, con alguna experiencia sindical, las conoce y las maneja a la perfección.

También hemos aprendido, que la burocracia sindical es enemiga mortal de cualquier práctica auténticamente democrática. Para los jerarcas sindicales, ninguna protesta puede ser resuelta directamente por los mismos trabajadores. Sólo los “cuerpos orgánicos” están autorizados para decretar cualquier medida de lucha.

Entonces, una de las funciones fundamentales de la burocracia sindical consiste en ahogar toda expresión democrática, autónoma y combativa de la clase obrera. Si los empleados de una empresa logran organizarse en su lugar de trabajo, por fuera y en contra de la dirección burocrática, es completamente lógico esperar que los jerarcas sindicales se ubiquen en la vereda de enfrente. Sería extraño que suceda lo contrario. Quienes desafíen el control burocrático, si lo hacen seria y responsablemente, deben conocer las consecuencias a las que se exponen. La dirección sindical buscará el momento propicio para aplastarlos.

Por esa razón, ningún obrero conciente puede mostrarse sorprendido si encuentra a la burocracia sindical traicionando luchas obreras ó realizando alianzas con la patronal para enfrentar la movilización independiente de los trabajadores.

De la patronal que estamos enfrentando, ¿qué podemos esperar?, ¿que nos ayude a ganar el conflicto? Es nuestro principal enemigo, jamás podemos esperar contar con sus fuerzas para ganar una huelga.
La tercera parte de la alianza antiobrera es el Gobierno. Para los socialistas, tanto el Estado como el gobierno, defienden los intereses de la patronal en su conjunto. Por esa razón, jamás nos puede asombrar si los encontramos luchando en contra de las fuerzas obreras. Todos sabemos que el Estado cuenta con fuerzas de represión, en el caso de la lucha del Casino, la patronal utilizó los favores de la Prefectura. ¿Algún trabajador con conciencia de clase se puede extrañar de esa situación? ¿Alguien pensó en algún momento que la Prefectura podía jugar a favor de los trabajadores?

Entonces, ¿podemos asombrarnos de que la burocracia sindical, la patronal y el gobierno luchen en contra de los intereses obreros? ¿No es esa su función principal y hasta natural? Generalmente, vamos a encontrar a la burocracia sindical, a la patronal y al gobierno en la vereda de enfrente, coaligados, combatiendo contra los trabajadores. Si esa es la regla general, ¿jamás vamos a poder ganar una huelga? De acuerdo a la forma de razonar que manejan algunos compañeros, la lógica diría que tendríamos que perder siempre.

Queremos insistir sobre este punto porque nos parece clave. Según Platowsky y Bonanni (y los compañeros que piensan como ellos) la lucha se perdió porque la burocracia sindical traicionó y tejió una alianza con la patronal y el gobierno. Estos mismo compañeros sostienen que la burocracia, el gobierno y la patronal siempre se comportan del mismo modo, entonces, la conclusión lógica es que jamás se puede ganar. Es una forma de entender la lucha de clases completamente derrotista y desmoralizante.

Conflictos sindicales y relaciones de fuerzas

No existe ninguna receta para ganar una huelga, ó al menos nosotros no la conocemos. Pero sí podemos intentar señalar algunas cuestiones básicas que habría que tener en cuenta en estos casos.

En toda lucha, se ponen en juego dos ó más fuerzas. En una huelga, los contrincantes principales son la patronal por un lado y los trabajadores por el otro. Como en toda pulseada, gana el que logre acumular mayor cantidad de fuerzas a su favor. La patronal va a intentar que la burocracia sindical y el gobierno respondan a sus intereses. Además, va a tratar de lograr fisuras en las fuerzas obreras. En definitiva, su objetivo será fortalecer su posición y debilitar al adversario. ¿Qué tenemos que hacer los trabajadores? ¡Exactamente lo mismo, pero a la inversa! Tenemos que procurar acumular poder de nuestro lado e intentar fracturar y socavar las fuerzas enemigas.

Es evidente que la patronal del Casino jugó muy bien la partida, se desempeñó con mucha eficacia. Consiguió encolumnar detrás suyo a la burocracia sindical, el gobierno y a parte de los propios trabajadores. Por lo tanto, no solo consiguió el apoyo de sus aliados naturales, sino que logró quebrar el frente enemigo.

¿Qué sucedió de nuestro lado? ¿Qué política siguieron los principales dirigentes del conflicto? Ante la enorme fuerza que logró acumular la patronal, era indispensable contrapesar ese formidable poderío. En primer lugar, había que mantener en pie el frente interno, evitando que cunda la desmoralización entre los propios compañeros. Pero además, era necesario articular un sistema de alianzas lo suficientemente amplio y extendido que permita fortalecer nuestras posiciones. Era necesario conseguir la solidaridad y el apoyo de diversas fuerzas con peso real en la sociedad que -por la razón que fuere- acordaran en acompañar -total o parcialmente- a los trabajadores en conflicto. En este sentido, diferimos con las posiciones sostenidas por el PTS, porque ubican a la solidaridad con los compañeros en huelga en un segundo y accesorio lugar, ellos afirman:

“La solidaridad para demostrar que el conflicto no está aislado, y haber logrado la simpatía de grandes sectores de la población, han sido claves en este duro enfrentamiento contra enemigos tan poderosos. Pero será la fuerza y unidad de los trabajadores con sus métodos de lucha (huelga, movilización, piquete) los que finalmente podrán torcer el brazo de López y sus amigos del gobierno y la burocracia.”

Una lectura atenta del texto citado permite comprobar que para estos compañeros la solidaridad es un elemento menor (aunque se diga que ha sido clave), porque “será la fuerza y la unidad de los trabajadores […] los que finalmente podrán torcer el brazo” de la patronal, el gobierno y la burocracia. Por otra parte, pensamos que la solidaridad no cumple sólo la función de “demostrar que el conflicto no está aislado”. Insistimos, los trabajadores en huelga debían conformar un sistema de alianzas que les permitiera acumular las fuerzas necesarias para derrotar a sus adversarios. En otras palabras, la patronal del Casino lideraba una poderosa alianza que reunía a diversos sectores. Por lo tanto, nuestro objetivo tendría que haber sido conformar una fuerza social lo suficientemente poderosa que nos permitiera derrotar a este enemigo tan potente.

Los principales dirigentes del Cuerpo de Delegados del Casino nos dirán que ellos trataron de buscar alianzas externas y solidaridad con su lucha. Impulsaron los plenarios de trabajadores que se reunieron en ATE. Eran iniciativas correctas, pero se necesitaban sumar fuerzas que tuvieran peso real en la sociedad. En esos plenarios se juntaba sólo el activismo de izquierda, es decir, representantes de sectores que no alcanzaron a sumar, entre todos juntos, el 1% de los votos de la población. Pongamos algunos ejemplos. Era necesario recorrer los pasillos del Congreso buscando legisladores de cualquier partido que, por la razón que fuere, estuvieran dispuestos a apoyar a los compañeros en lucha. Había que solicitar la solidaridad de cualquier organización obrera sin importar el color político de su dirección. Era necesario reclamar el apoyo de la Iglesia. Había que recorrer las parroquias y los centros religiosos de los más diversos credos. Más aún, si por alguna causa, por mezquina que esta fuera, algún sector patronal podía ofrecernos algún tipo de ayuda, era nuestra obligación aceptarla.

Pero además, la unidad no sólo se proclama, hay que construirla, hay que luchar por conseguirla. No es suficiente vociferar que se requiere la solidaridad, por ej, de la CTA. Hace falta ir al encuentro de esos compañeros. Trabajar pacientemente para que se logre una alianza que nos beneficie.

Volvemos sobre el mismo punto. Tenemos que aprender de la patronal, ellos buscan aliados en todos los sectores sociales. Nosotros debemos hacer lo mismo. Tenemos que trabajar afanosamente para lograr una alianza con las más diversas personalidad y organizaciones sociales, sindicales, políticas, religiosas, culturales, etc. para llegar a constituir una fuerza social lo suficientemente poderosa que nos permita derrotar al enemigo.

Pensamos que la política que estamos proponiendo no fue la que siguieron los dirigentes del Casino. Se limitaron a recibir el apoyo de las diminutas y casi inexistentes organizaciones de izquierda. No bregaron seriamente por ampliar el marco de alianzas. De esa forma no se podía triunfar contra un enemigo tan poderoso.

Junto con la tarea de sumar fuerzas a nuestro bando, tenemos que evitar que potenciales aliados se vuelquen al campo enemigo. Se necesita ser muy cuidadosos con las críticas y acciones que realicemos en ciertos momentos, para que no terminen ahuyentando a ciertas organizaciones o figuras relevantes, que de haber recibido otro trato se hubieran puesto de nuestro lado. En otras palabras, es imprescindible hacer todo lo necesario para no sumar nuevos enemigos, con los que ya tenemos son suficientes.

Retroceder nunca, rendirse jamás

Es cierto, las fuerzas contra las cuales se enfrentaron los compañeros del Casino fueron muy grandes. Nadie lo niega. El tema radica en si era posible ganar. Si en algún momento los compañeros sacaron la conclusión de que era imposible, habría que haber actuado en consecuencia. En fútbol se dice que cuando no se puede ganar, conviene no perder. En una huelga sucede algo parecido. Si advertimos que el enemigo nos está torciendo el brazo y que no vamos a poder remontar la situación, lo mejor es retroceder en orden, con la menor cantidad de bajas posibles. Se vuelve imprescindible negociar la rendición. Pero hay que hacerlo cuando todavía tenemos fuerzas suficientes para conseguir algo a cambio, para que no se convierta en una derrota completa.

Nos parece que los compañeros tomaron la decisión de levantar la huelga cuando ya era muy tarde. Determinar el momento preciso, en que se debe dar por terminada una medida de fuerza, es una cuestión muy compleja. Hay que esperar el momento de mejor relación de fuerzas a nuestro favor y eso es muy difícil de medir en el fragor de la batalla. Por eso, es un error que podemos considerar entendible. Pero pensamos que hay un elemento adicional que complicó aún más las cosas.

Tanto el PO, como el PTS, que fueron las fuerzas políticas que tuvieron mayor influencia en la dirección del conflicto, son organizaciones que tienen prohibida la palabra “negociación”. La consideran una mala palabra. Por eso, continuaron con el conflicto mucho tiempo después de que en los hechos se había perdido. Aquí se cumplió en gran medida lo que alguna vez señaló Tarcus, citamos:

“Una izquierda que le tiene horror a la palabra negociación muy difícilmente pueda llevar adelante un conflicto. Porque lo impulsa y se sacrifica en el momento heroico de la lucha, pero imposibilita la negociación. Teniendo en cuenta la derrota que se vive, en el retroceso en que estamos, con la desocupación que tenemos, en la crisis que vivimos, se necesitan conflictos que se resuelvan positivamente. Aunque no se consiga el cien por ciento de las conquistas. Hoy los trabajadores no necesitan derrotas heroicas sino victorias parciales. Pero los generales de esta izquierda son los generales de las derrotas heroicas. Yo tengo más confianza en la sensatez de los sujetos sociales que están dentro de los conflictos que en las líneas que bajan las organizaciones. Cuando las organizaciones políticas capturan a un dirigente, la sensatez de ese dirigente, su experiencia, su credibilidad, su sentido de la solidaridad, se ven mediatizados por esta influencia. En vez de politizarlo, lo que hace es aislarlo de sus compañeros. En ese sentido, la intervención de la izquierda es negativa. Pongo en la balanza las dos cosas: ponen el cuerpo heroicamente, se bancan la cana, la represión; pero embrutecen el conflicto.”

Cualquier dirigente sindical sensato sabe que la lucha sirve para llegar en mejores condiciones a la mesa de negociación. Ningún trabajador de carne y hueso lucha por el placer de hacerlo, por la lucha en sí misma. Los trabajadores salen a la huelga cuando no encuentran ninguna forma alternativa de conseguir los objetivos, cuando agotaron todos los otros recursos.

Una vez en huelga, los compañeros necesitan divisar un horizonte posible. Cualquier trabajador normal se pregunta ¿cuándo termina esto? ¿Estamos cerca de conseguir lo que buscamos? Los obreros en huelga necesitan ver que sus dirigentes están buscando denodadamente conseguir los objetivos y terminar con el conflicto de una vez por todas. De lo contrario, comienza a propagarse la desmoralización entre los trabajadores, porque no ven una salida posible en un plazo razonable. Los principales dirigentes obreros del Casino no siguieron este camino. En las asambleas, parecían más interesados en continuar eternamente con el conflicto, por el conflicto mismo, en lugar de tratar de resolverlo –concluirlo- favorablemente.

Reflexiones finales

Hemos tratado de señalar algunos errores cometidos por los compañeros que estuvieron a la cabeza del conflicto. Porque nos parece insatisfactoria aquella respuesta que señala como culpables de la derrota a las fuerzas enemigas. ¿Qué otra cosa se puede esperar de la patronal, la burocracia y el gobierno? No pretendemos hacer leña del árbol caído. Muy por el contrario, buscamos reflexionar sobre los errores cometidos, para que no vuelvan a sucederse en el futuro. Si este escrito sirve para generar un debate acerca de estas cuestiones, habrá cumplido su objetivo.

21/08/2008.

Publicado en Prensa de Frente, 05/04/2009

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Uso político del antisemitismo

por Ezequiel Adamovsky *

En estos días representantes de la comunidad judía han denunciado un supuesto brote antisemita en Argentina. Que el antisemitismo existe y debe ser combatido, no cabe ninguna duda. Pero no ayuda a ello el uso político que de este tema realizan quienes apoyan las políticas israelíes. El mote de “antisemita” se viene usando con creciente intensidad con la sola finalidad de silenciar a aquellos que se atreven a criticar las injusticias que el estado de Israel viene cometiendo contra los palestinos. Son, sin embargo, cada vez más los judíos que comprenden que el legado cultural milenario de un pueblo no puede atarse a los intereses de un estado militarista.

Prominentes intelectuales como Naomi Klein vienen denunciando un nuevo “apartheid” contra los palestinos y llamando a un boicot contra Israel. Incluso rabinos y soldados israelíes han hecho pública su oposición. Pero además se han hecho oír voces de hartazgo frente a la manipulación de la denuncia “antisemita” y de la memoria del Holocausto. Sir Gerald Kaufman, miembro del Parlamento británico, se quejó públicamente de que el gobierno israelí “explota cínicamente el sentimiento de culpa que hay entre los cristianos por la masacre de judíos durante el Holocausto”, con el solo fin de “justificar el asesinato de palestinos”. Su voz se suma a la de otros, como la del filósofo Michael Neumann, que viene protestando por lo mismo desde hace años. Para Neumann resulta un “escándalo” la atención que recibe el problema del antisemitismo en relación con otras formas de racismo de igual o mayor importancia. Más aún, opina que, teniendo en cuenta que quienes defienden la causa israelí sistemáticamente la relacionan con la identidad judía, no es sino comprensible que haya reacciones antijudías como parte del rechazo de la política del sionismo. Tanto Kaufman como Neumann son descendientes de víctimas del nazismo. En Argentina son varios los que alzaron su voz contra el uso político de la memoria de los sufrimientos del pueblo judío. Entre otros, lo hizo Laura Ginsberg, familiar de una víctima del atentado a la AMIA.

Es preciso reconocer que la forma más preocupante y extendida de discriminación a nivel global no es hoy la que afecta a los judíos. Los árabes y musulmanes vienen siendo objeto de ataques de odio racial en numerosos países. Los prejuicios antimusulmanes son moneda corriente en la cultura de masas (basta ver la cantidad de films en los que se los relaciona con la irracionalidad y el terrorismo). El racismo antiárabe está arraigado en la propia sociedad israelí. Como informó la BBC en 2007, encuestas llevadas a cabo entre jóvenes de ese país mostraron que un 75% opinaba que los árabes eran menos inteligentes y más “sucios” que otros pueblos.

Indudablemente, la tolerancia que la opinión pública internacional viene mostrando frente a las sistemáticas violaciones de derechos humanos que afectan a musulmanes se explica en buena medida por esos prejuicios. En el mundo de Guantánamo y Abu Ghraib, de las cárceles clandestinas de la CIA en Europa y del fósforo blanco cayendo sobre niños en Palestina, combatir el racismo antiárabe debería aparecer como la prioridad principal para cualquier persona justa. El odio contra árabes y musulmanes es el nuevo antisemitismo.

* Historiador, profesor de la UBA, investigador del Conicet.

Publicado en Página 12, 09/02/2009

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La llegada de Obama no es el fin del racismo

Los que se entusiasman con la elección en EE.UU. no advierten que un solo individuo no puede acabar con las nuevas formas de discriminación.

Por:  Ezequiel Adamovsky

Muchos se apresuran hoy a anunciar una vuelta de página en la historia de la discriminación. Pero una mirada más realista permite dudar de tal optimismo por la llegada de Obama.
Hasta hace algunos años, el racismo se expresaba en términos biológicos: los no-blancos eran «inferiores» por deficiencias innatas. Las luchas de las minorías y la ciencia convirtieron ese argumento en algo obsoleto.
Ante este cambio, es importante tener en cuenta que hoy existe lo que Balibar llamó un «nuevo racismo». En el capitalismo, las diferencias de poder y riqueza se superpusieron con distinciones étnicas.
El racismo tradicional operaba ordenando las diferencias entre pueblos de acuerdo con su grado de «desviación» respecto de un ideal del humano «normal»: el blanco, educado y de cierto nivel económico.
Lo hacía no para excluir a los «inferiores» -el capitalismo siempre requirió su trabajo-, sino para integrarlos diferencialmente, de acuerdo a su distancia del ideal de «normalidad».
En la América colonial, por ejemplo, se relegaba a los africanos a los peores trabajos, pero a los mestizos se les permitía acceder a puestos mejores cuanto más «blanqueados» fueran. La función del racismo no era entonces tanto la de mantener las «razas» separadas, como la de usar sus diferencias para producir y asegurar jerarquías sociales.
El «nuevo racismo» desempeña hoy una función similar, sólo que sin valerse de los argumentos biologicistas. Prefiere otros de tipo «cultural» o «social». En teoría, hoy no hay impedimento para que a los no-blancos les vaya tan bien como a cualquiera. Es sólo que en este momento son «menos capaces» debido a factores como su falta de preparación, sus hábitos, su cultura poco emprendedora, etc.
Así, significantes culturales o sociológicos han reemplazado a los viejos argumentos biologicistas, pero siguen colaborando en la construcción de jerarquías sociales que todavía descansan en diferencias étnicas.
Menos «esencialista», este nuevo racismo permite ordenar las diferencias entre tipos de humanos de una manera más flexible y, por ello, más apta para resistir las impugnaciones que se le hacen.
Aquellos que puedan demostrar que se acercan al ideal de comportamiento de un blanco, educado y de cierto nivel económico, podrán ser eventualmente admitidos en las máximas esferas del poder. Pero eso no cambia en nada el hecho de que se sigue presuponiendo que los no-blancos son, como grupo, por motivos culturales o sociales, menos capaces.
La llegada de un negro a la presidencia de los EE.UU. no autoriza por sí sola a anunciar el fin del racismo. Los no-blancos seguirán ocupando el último lugar en la pirámide social norteamericana, tanto como los pueblos no-europeos un lugar subalterno en la arquitectura del poder global.
Acabar con el racismo requerirá mucho más que una elección o un cambio cultural, por profundo que sea.

Publicado en Clarín, 10/11/2008

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